Conocí a Lierni Irizar en los tiempos en que ella estaba preparando su tesis doctoral en filosofía, “La cuestión de la subjetividad y la enfermedad. Un ejemplo, el VIH/SIDA”. Desde entonces han pasado algunos años y su trayectoria como investigadora del psicoanálisis en su relación con otras disciplinas, nos ha regalado numerosos trabajos y algunos libros (“El cuerpo, extraño”; “La pérdida de lo humano”; “Banalizaciones contemporáneas: lenguaje, sufrimiento…”).
Es para mi un honor que me haya confiado escribir este prólogo como antesala a su trabajo. Quienes conocemos a Lierni sabemos que su compañía es tan cálida, amable y enriquecedora, como su obra. Ella se caracteriza por un infatigable deseo de saber y por el esfuerzo de transmisión del discurso del psicoanálisis. Al rigor y el talento de la buena escritura, une su conocimiento de otras disciplinas y el deseo de dirigirse a un público más amplio que el del propio mundo del psicoanálisis.
Este libro da cuenta de ese esfuerzo. Por un lado, transmite con su propio estilo conceptos complejos de los que ella se ha apropiado. Por otro lado, da cuenta de una práctica clínica orientada por el psicoanálisis, que ella sostiene para otros y que tiene consecuencias. Al final del libro, en el capítulo que titula: “Lectura de una experiencia” nos dice que “recibir a quien viene a vernos en el marco de una consulta psicoanalítica es siempre un reto, un desafío. Escuchar lo que nos dice es un modo de realizar una lectura orientada.” Añade que resulta fundamental saber no saber, vaciar cualquier tipo de prejuicio, no presuponer lo que el sujeto piensa, considerar que su subjetividad y su funcionamiento poseen unas coordenadas singulares y únicas más allá de cualquier visión estructural o psicopatológica.
Estas palabras no son una declaración de intenciones. El caso que presenta, al final de este ensayo, condensa las dimensiones clínicas, políticas y epistémicas que se desarrollan desde el principio del libro. Esta experiencia clínica en curso nos permite extraer una enseñanza acerca de la posición del analista y de los impasses de la paciente, cuyo nombre es Lauris. Su llegada al mundo con una enfermedad grave (síndrome polimalformativo de origen desconocido) tiene consecuencias en la subjetividad, en su relación con el lenguaje y con su propio cuerpo. La medicina hace su trabajo durante gran parte de su vida, hasta que a la edad de 19 años acude a la consulta de Lierni derivada por una profesora. Desde una posición ética que ubica a la autora del libro por fuera del marco de la reeducación y que le permite acoger la singularidad de Lauris, inicia una experiencia con la paciente que nos enseña. Hay que agradecer los detalles que se exponen de esta cura en curso y que el lector podrá leer en el capítulo cuatro.
“Lo que nadie quiere saber” es un título sugerente que remite a la invención lacaniana de lo real en la cura analítica. Lo real para Lacan es aquello de lo cual no es posible decir la verdad, es lo que escapa al orden simbólico y la palabra.
No es casual que el libro comience por el relato de un sueño de la autora. En el sueño discute con alguien sobre diferentes teorías que no recuerda y ella se dice, “en el fondo todo se reduce a esto” y aparece la imagen de un ombligo que la despierta.
Ella nos dice que el ombligo de su sueño es equivalente a lo que Freud planteó como el “ombligo” del sueño, la conexión con lo indescifrable del mismo, con un agujero.
Lacan subraya que “un sueño nos despierta justo en el momento en que podría soltar la verdad, de manera que nos despertamos solo para seguir soñando -soñando en lo real, o para ser más exactos, en la realidad”.[1]
El despertar interviene para seguir soñando con los ojos abiertos, soñando con los recursos imaginarios y simbólicos de la realidad que siempre será fantasmática, una manera de evitar aquello de lo que nada se quiere saber, que nos remite al título del libro. De esta forma la autora nos introduce de una forma magistral en uno de los conceptos más complejos del psicoanálisis: lo real, que es abordado por Lacan desde diferentes perspectivas a lo largo de su enseñanza.
En la experiencia de un análisis se constata que cuando estamos enredados con la verdad, nos sorprende lo real. El encuentro con el agujero, con lo real, con lo incurable, es lo que queda al final de la experiencia analítica una vez que se ha producido una reducción del síntoma, del sentido y han caído las identificaciones a los significantes que determinan la vida de cada uno.
El tránsito del inconsciente estructurado como un lenguaje a la experiencia de la fuga del sentido y del inconsciente real, está hecho con significantes de lalengua[2], en la que el significante queda como una letra por fuera de sentido, y también nos remite a la topología de los agujeros. De esos agujeros la autora habla en diferentes apartados del libro. Ella nos dice desde el principio: “que la realidad está construida por discursos y que los afectos, las pulsiones, los cuerpos, están atravesados por esos discursos y marcados por los significantes, por las palabras”. Sin embargo, esos discursos operan de un modo fallido y la brecha entre los discursos y la realidad no puede ser saturada. Siempre encontraremos un agujero estructural que escapa a la representación. Esto la coloca desde una posición política y ética que interpela a los discursos dominantes de la modernidad, el discurso capitalista y el discurso de la ciencia, con un amplio abanico de argumentaciones y desde el rigor de quién conoce mucho de lo que se ha escrito sobre la condición humana.
Encuentro, desde esta perspectiva, un rasgo de coraje en Lierni Irizar, porque ella no retrocede frente a lo real, lo bordea, hace un tratamiento de lo real por la vía de lo simbólico. Ella tiene la generosidad de compartir con los lectores sus preguntas y las elaboraciones sobre las mismas. Nos propone una concepción de lo “humano agujereado” frente al paradigma del hombre como una máquina que determina el discurso de la ciencia desde el siglo XVII: “Un humanismo en falta que toma de la herencia clásica la importancia del lenguaje, la posibilidad del cambio, la diversidad y la singularidad, y una dignidad necesaria a conquistar, dignidad como proyecto de vida en común, no sin los otros, sabiendo al mismo tiempo que no hay reconciliación posible…un humano no todo neuro, no todo objeto, no todo silencio”.
El libro nos muestra al mismo tiempo la importancia que tiene la incorporación del orden simbólico y del lenguaje para la estructuración del cuerpo y del lazo social a través del discurso. Toma como referencia la clínica del autismo porque en el autista la incorporación del lenguaje articulado no ha funcionado, ni tampoco el estadio del espejo que Lacan desarrolla en sus primeros textos. El trabajo desplegado por la autora, en el ecuador del libro, sobre estos aspectos y la articulación que consigue transmitir es muy elaborada y rigurosa. En ella incorpora los testimonios de aquellos autistas que han dado cuenta de su experiencia y al mismo tiempo las producciones más recientes y avanzadas que desde el campo y la práctica del psicoanálisis se han realizado para orientar una clínica que dé respuesta a las desregulaciones del goce del cuerpo y del lenguaje.
Cuando nos habla de un humano no todo neuro, no todo objeto, no todo silencio nos abre otra vía de investigación que es el recorrido lógico de la experiencia de un análisis. La experiencia del no-todo que Lacan formulará en su última enseñanza. La autora bordea en este libro el núcleo de la experiencia analítica: lo real y la relación del ser hablante con el no-todo, más allá del sentido.
Hay una enunciación que se deprende de su escritura que quiero subrayar y que nos muestra que la autora tiene una brújula, que toma de su lectura de Schubert en su Winterreise, de la que hace referencia al final del último capítulo, “Él logra que sintamos que hay en nosotros una vacuidad sin sentido, pero al mismo tiempo, gracias a la belleza de su obra, nos impulsa a desear y sentir que la vida merece ser vivida”.
Es su manera de terminar el libro. Esperamos con mucho interés sus próximas elaboraciones.
Santiago Castellanos.
[1] Lacan, J., El Seminario, Libro 17, El reverso del psicoanálisis, Paidós, p. 60.
[2] Lalengua es un neologismo de Lacan que da cuenta del encuentro inicial del viviente con el lenguaje por fuera del sentido y de cómo eso tiene consecuencias sobre el cuerpo. Es afín a otro neologismo de Lacan, el “moterialismo”, que permite escuchar la materialidad sonora del significante y que es fundamental para la práctica del psicoanálisis de orientación lacaniana. Por un lado, la vertiente del sentido del significante y por otro la vertiente de la letra, de su materialidad y sus efectos en el cuerpo.