Saber, ciencia e incertidumbres en tiempos de fake news.

Conferencia presentada en mayo de 2021 para el Curso de Orientación Universitaria organizado por la BOLM Madrid y la Universidad Complutense.

La relación del psicoanálisis y la ciencia, del discurso analítico y el discurso de la ciencia, es el tema que voy a tratar hoy. Es un tema que se puede abordar desde muchas perspectivas, que tiene su importancia desde los orígenes del psicoanálisis.


Voy a tomarlo desde la perspectiva de los cambios, del lugar que ocupa cada uno de los discursos, el de la ciencia y el del psicoanálisis, en relación a los mismos.

“Se trata de dejar atrás el siglo XX, dejarlo detrás de nosotros para renovar nuestra práctica en el mundo, el mismo bastante restructurado por dos factores históricos, dos discursos: el discurso de la ciencia y el discurso del capitalismo. Son los dos discursos prevalentes de la modernidad que, desde el inicio, desde la aparición de cada uno, han empezado a destruir la estructura tradicional de la experiencia humana.

La dominación combinada de ambos discursos, cada uno apoyando al otro, ha crecido un punto tal que esa dominación ha logrado destruir, y tal vez de romper, hasta los fundamentos más profundos de dicha tradición”([1])

Abordamos esta reflexión en un contexto impensable para nosotros hace poco más de un año: la crisis epidémica provocada por el coronavirus a escala planetaria.

Según el informe elaborado por el Imperial College de Londres, en marzo de 2020, uno de los Centros Colaboradores de mayor prestigio de la Organización Mundial de la Salud, nada volvería a ser igual durante un largo tiempo. Lamentablemente, el tiempo transcurrido le ha dado la razón.

La pandemia de COVID-19 ha causado casi 6,9 millones de muertes en todo el mundo, más del doble de las reportadas oficialmente, según un análisis del Instituto de Métrica y Evaluación Sanitaria (IHME, por su sigla en inglés) de la Universidad de Washington, presentado el 6 de mayo de 2021. El análisis actualizado muestra que Estados Unidos habría tenido más muertes por covid-19 hasta la fecha que cualquier otro país: 905.000 frente a los 574.000 que reconoce.

A España le adjudican 123.786 muertes. De modo paralelo, en España los datos oficiales registraban ayer 79.100 fallecidos, aunque estos datos son muchos mayores según estimaciones del sistema MOMO y del Instituto Nacional de Estadística.

Esta crisis global, que ya es un problema de civilización, pone en tensión todos los discursos y nos permite leer las paradojas en la que nos encontramos.

Un paciente, al que considero un hombre muy inteligente, me hablaba de que partíamos de un “exceso”, de un “desborde” en el estilo de vida que la civilización estaba tomando, de su deriva, y que esto había que considerarlo como una corrección inevitable y al mismo tiempo lamentable. A su manera habla de lo que el psicoanálisis lacaniano nombra como un exceso de goce, un exceso que se produce a partir del funcionamiento del discurso capitalista, en el que el sujeto es consumido por la propia proliferación de los objetos de consumo. Podríamos añadir que el mismo ecosistema, el hábitat del ser hablante, se presenta amenazado por ese exceso sin aparentes límites. No olvidemos que desde el mismo campo de la ciencia se advierte que los cambios climáticos y la excesiva expansión de la actividad humana en la naturaleza es el origen de la amenaza de nuevas epidemias que amenazan al conjunto del planeta.

Este paciente me decía que es normal que el ser humano busque el placer o le guste viajar, pero eso no tenía nada que ver con que 10.000 turistas atraquen un día en la ciudad de Barcelona y la “arrasen”, o que millones de personas volaran en aviones que surcan el cielo cada día de una esquina a otra del planeta.

Ese desborde tenía que encontrar un límite y según su razonamiento el “coronavirus” lo estaba haciendo de la peor de las maneras, introduciendo una pérdida de graves consecuencias en todos los aspectos. Habrá un antes y un después.

La elaboración de esta pérdida a través de lo simbólico se presenta compleja porque ninguno de los discursos hegemónicos, cubren ese agujero en lo real de la vida.

Lo primero que hay que subrayar es cómo esta crisis afecta a la vida de las personas por el hecho de que tienen un cuerpo. Las restricciones del lazo social, el aislamiento, la no presencia del cuerpo en los hechos de la vida, introduce una pérdida de la que es necesario hacer algún tipo de duelo. Más allá de las trágicas pérdidas de vidas humanas que esta epidemia está produciendo, la pérdida está ya funcionando de antemano.

Hemos asistido al debate acerca de lo que había que priorizar: la economía o la salud, lo que ha supuesto que en España la respuesta desde las diferentes Comunidades haya sido diferente. Independientemente de las ideologías y de la coyuntura hay que tener en cuenta los efectos de los discursos prevalentes en la civilización actual, discursos que marcan una forma de vivir y que en ocasiones orientan a la civilización a una deriva mortífera.

El empuje al goce opera de tal manera que se puede decir que “la libertad” es eso, el derecho a gozar sin límite alguno y eso hace eco en el inconsciente colectivo porque se produce en una deriva de civilización en la que ese discurso ya está instalado.

Una ruptura entre la naturaleza y lo real

La magnitud de esta epidemia podemos considerarla como un encuentro de la civilización con lo real, algo nuevo que irrumpe en la naturaleza y produce un agujero en el saber de la ciencia. Un acontecimiento que da cuenta del aforismo de Lacan: “lo real es sin ley”([2]) y testimonia de una ruptura total entre la naturaleza y lo real.

 J.-A Miller subrayaba en la presentación de IX Congreso de la AMP que de esa palabra “Lo real”, Lacan hace un uso que no siempre ha sido el mismo.

“Antaño lo real se llamaba la naturaleza. La naturaleza era el nombre de lo real cuando no había desorden en lo real. Cuando la naturaleza era el nombre de lo real, se podría decir, como lo hizo Lacan, que lo real vuelve siempre al mismo lugar. Solamente en esa época en la cual lo real se disfrazaba de naturaleza, lo real parecía la manifestación más evidente y más elevada del concepto mismo de orden”([3]).

Quiero subrayar esta perspectiva de la introducción del desorden que produce el discurso de la ciencia en la contemporaneidad.

La ciencia supuso el nacimiento de una nueva posición ética ante el saber, pues la escolástica fue sustituida por el positivismo. Todas las teorías anteriores, las míticas, las cosmogónicas, las religiosas… eran las construcciones simbólicas en las que el ser humano se apoyaba en su existencia para tratar de encontrar una representación simbólica a los grandes problemas de la existencia y la sexualidad. Los hombres construyen mitos que durante mucho tiempo fueron un modo eficaz de adaptar el cuerpo al entorno y darse explicaciones sobre el mundo que habitaban.

Lacan sitúa una ruptura en la historia de la civilización con la aparición del discurso de la ciencia y la separación que hace René Descartes entre el cuerpo y la apariencia, entre lo que llama el pensamiento o la res cogitans y la extensión o res extensa. Lo que se desarrolla en el discurso del método es una separación entre el cuerpo y el pensamiento. Esto supone el corte fundamental para Lacan.

Se empieza a poner el mundo en ecuaciones, en pequeñas letras, todo puede ser explicado en lenguaje matemático. Se pone fin a las significaciones dadas por los humanos a los fenómenos naturales, a los movimientos de los planetas, a la astrología. La operación cartesiana permite a los astrólogos escribir lo real en cifras. Conforme al enunciado de Galileo: “la naturaleza está escrita en lenguaje matemático”[4] la ciencia podía suponer que había un orden y unas leyes internas que podían ser descubiertas.

Esto quiere decir que, para la ciencia, desde sus orígenes, hay un saber en lo real de la naturaleza. Lo real encierra un saber que el discurso de la ciencia supone y trata de cernir, de elaborar.

¿Qué es lo nuevo en relación a esa vieja época en la que se podía esperar un ideal de armonía entre el hombre y la naturaleza?

Con el desarrollo de la biología molecular y otros avances científicos se puede operar desde el saber sobre lo real de la vida, se puede clonar una vida humana, se puede seleccionar genéticamente la filiación, se abre la posibilidad de que la fantasía de configuración de un ser humano sin falla, sin la falta, pueda ser llevada a cabo.

“Diré que capitalismo y ciencia se han combinado para hacer desaparecer la naturaleza y lo que queda del desvanecimiento de la naturaleza. Es lo que llamamos lo real, es decir un resto, por estructura, desordenado. Se toca lo real por todos lados según los avances del binarismo capitalismo-ciencia, de manera desordenada, azarosa, sin que pueda recuperarse una idea de armonía”([5]).

La ciencia avanza, pero su uso al servicio del discurso capitalista plantea problemas irresolubles y nuevas incertidumbres. El antiguo equilibrio entre el hombre y la naturaleza se rompe, el desorden aparece y el saber de la ciencia se demuestra cada vez más incapaz encontrando sus propios límites lo que genera nuevas incertidumbres en la deriva de la civilización.

Hay que agregar que este colosal desarrollo del discurso de la ciencia se realiza incluyendo un problema: la exclusión de la subjetividad del paciente.

Lo que plantea Lacan en el texto de “Psicoanálisis y medicina” del año 1966 es que en la historia de la humanidad hay un corte radical que se define con la aparición en el siglo XVI del discurso de la ciencia. Lacan tradujo esto diciendo que el advenimiento de la ciencia está acompañado de la forclusión del sujeto.

Voy a abordar un debate de mucha actualidad, surgido en España a partir del proyecto de Ley Trans.

Voy a leerles una referencia de Miller que me parece muy ilustrativa para abordar esta cuestión: “Lacan formula una proposición, que puede parecer difícil, no hay relación-proporción sexual. En efecto, relaciones sexuales existen cuantas se quiera, pero lo que falta es una relación fija e invariable, como una proporción entre un sexo y otro, sobre los rieles del instinto como se observa en el animal cuando no se lo ha vuelto demasiado loco. Y no hay relación sexual, proporción sexual a nivel del significante…Por ejemplo, la relación sexual, las costumbres de los cangrejos, en la que el macho de la especie posee una enorme pinza, mucho mayor que la otra y más gorda que el mismo, detrás de la cual puede esconderse, con esta pinza hace movimientos, el movimiento es distinto según la especie de los cangrejos de la que se trate.

Esto interesó mucho a Darwin cuando los observó. Pensó que, sin duda, las hembras cangrejo se precipitarían sobre el macho que tuviese la pinza más grande. Finalmente, se encontró que, de hecho, la hembra identificaba el cangrejo de su especie por el tipo de signo que hacía con su pinza. Dicho de otro modo, tenemos allí una relación sexual invariable, semafórica, y no se cesa de tratar de obtener en los humanos una relación sexual de este tipo pero es en vano. Se hacen montones de discursos para ordenar lo que precisamente se descubre: el desorden fundamental de la creación humana.”([6])

Desde el discurso de la ciencia se ha tratado de dar muchas explicaciones para desmentir ese real. Por ejemplo, se ha dicho que la condición homosexuada reside en una parte del cerebro o tiene un carácter genético. Para las neurociencias habría un soporte neuronal a la homosexualidad y la heterosexualidad, la elección de objeto estaría genéticamente determinada. Esto es totalmente especulativo, pero tiene su valor en el sentido de que es un intento de desmentir lo real: la inexistencia de la relación sexual.

Con el debate de la Ley Trans se está planteando este problema.

Para el psicoanálisis el proceso de la sexuación es efecto del lenguaje y al mismo tiempo tiene un carácter complejo. Muchas veces se resuelve en etapas avanzadas de la adolescencia, pasando por momentos y efectos de confusión. Esto lo constatamos en la clínica.

No hay un ajuste entre la anatomía y el goce del cuerpo sexuado porque interviene el lenguaje y el encuentro con el Otro, las identificaciones, las dificultades para tener un cuerpo sexuado.

Hay un desajuste y podemos encontrar a un niño o a un joven que se experimenta en un cuerpo de mujer o a la inversa.

Ha surgido todo el debate, muy actual sobre el género y la transexualidad, ahora lo trans-género.

La ciencia dispone de los procedimientos para la transición y de los conocimientos para la intervención quirúrgica y asignación de un nuevo sexo.

Lo más ruidoso de la nueva ley es el hecho de que se pueda demandar por un menor de edad un protocolo de transición y algo más a la ciencia y que se constituya como un derecho que no precisa ningún tipo de escucha y pregunta.

Cada uno busca un arreglo no es lo mismo que el derecho a la autodeterminación. Hay que dar un tiempo para que no haya efectos irreparables.

Se elimina la palabra del sujeto, defender los derechos de los niños y de los jóvenes no es responder a la demanda de reasignación de sexo, que en muchas ocasiones puede ser producto de muchos avatares. El principal derecho a defender es el derecho de darle un estatuto como ser hablante y dar un espacio de palabra para aquel joven que sufre y que necesita ser escuchado.

Como decía anteriormente, el sujeto del psicoanálisis es lo que queda, es el resto que escapa a la representación de las fórmulas y las pequeñas letras de la ciencia. Es por esta razón que el psicoanálisis surge en el momento en que la medicina es tomada por la ciencia. El resto, la subjetividad, es desplazado al psicoanálisis. Así pues, cuando la medicina entra de lleno en el discurso de la ciencia en el inicio del siglo XIX, la subjetividad queda como un resto y se deja de lado. Es por esta razón que el psicoanálisis surge en este momento histórico.

Saber y la verdad en psicoanálisis

Freud fue un médico vienés que se dedicó a la investigación científica durante sus primeros años. Trabajó en el laboratorio de Ernst Brucke, en la investigación del sistema nervioso. Esto tiene sus consecuencias en la historia del psicoanálisis. Freud se ocupó mucho intentando incluir al Psicoanálisis en el campo de las ciencias de la naturaleza.

Lo podemos observar en uno de sus primeros trabajos, que solo se conoció después de su muerte, el proyecto de una psicología científica, y se manifestaba también en sus intentos de Metapsicología, en la que trataba de encontrar una formalización científica de los descubrimientos que él había realizado del aparato psíquico.

En el año 1885 Freud se dirige a París atraído por la fama de Charcot y aterriza en la Salpêtrière. A Freud le interesaban particularmente las investigaciones sobre la histeria a la que terminará dando un estatuto de dignidad negado por la medicina. Él se da cuenta de que tras sus espectaculares síntomas hay una verdad.

Introduzco ya la idea de que desde los comienzos del psicoanálisis está la cuestión de la verdad, que iremos retomando a lo largo de la conferencia en diferentes declinaciones.

En 1882, antes del encuentro de Freud con Charcot, Breuer le habla de una paciente, Bertha Pappenheim (cuyo caso será conocido como el caso de Anna O.).  El caso de Anna O. podríamos considerarlo el caso fundador del psicoanálisis.

Una joven de 21 años, inteligente, culta y educada. Ella llevaba una vida monótona y limitada en la familia. El acontecimiento que precipitó su padecimiento fue la enfermedad mortal del padre, a quien estaba muy unida, y a quien cuidó como si fuera su enfermera. Comenzó a presentar una gran debilidad física por la falta de apetito, tos, dolores de cabeza y perturbaciones de la visión. En ocasiones el comportamiento de la joven se tornaba violento, se desgarraba la ropa.

Breuer la visitaba por la noche, mientras se encontraba en un estado de hipnosis autoprovocada y conversaban, lo que la aliviaba de manera muy significativa.

Anna O. encontró una expresión para designar ese procedimiento al que llamó “curación por la palabra” (talking cure) porque le permitía rememorar recuerdos y emociones que la paciente no tenía inicialmente en la conciencia. Podríamos decir que esta paciente propone ya la hipótesis del inconsciente, es decir que hay algo en el sujeto que no es accesible directamente a la conciencia que puede ser rememorado, que puede ser dicho aunque esté reprimido.

Una de las pacientes que enseñaron mucho a Freud fue la baronesa Fanny Moser, una viuda rica que atendió en 1889 y 1890. Denominó este caso como “El caso de Emmy Von N.” Padecía tics convulsivos, inhibiciones espásticas del lenguaje y alucinaciones recurrentes sobre ratas y serpientes que se retorcían. Ella habla de sus escenas traumáticas y sobre todo, según Freud, le pedía que la dejara hablar:

“Entonces, francamente malhumoradaya, me dice que no debo estar siempre preguntándole de dónde procede esto o aquello, sino dejarla relatarme lo que desee.”([7])

De esta forma, por tediosos y repetitivos que fueran sus relatos tenía que escucharlos hasta el final porque de lo contrario se ponía furiosa.  Al mismo tiempo le enseñó otra cosa, según le dijo a su hija en 1918, que el tratamiento por medio de la hipnosis es un procedimiento absurdo e inútil, lo que le impulsó a crear la terapia psicoanalítica tal y como la conocemos hoy, la escucha y la asociación libre.

Así comienza el período germinal del Freud y el invento de eso que llamamos el psicoanálisis y la hipótesis de inconsciente. Desde Freud, el inconsciente es una hipótesis que remite a un saber que no se sabe y a una verdad a revelar en la experiencia analítica. Es decir, el saber y la verdad remiten al sujeto de la experiencia analítica, al mismo sujeto que el discurso de la ciencia forcluye.

En cualquier caso, Freud siempre consideró al psicoanálisis como una disciplina que debía encontrar su lugar a partir de las referencias en el campo de las ciencias naturales, siempre la consideró como una práctica derivada de la medicina, aunque con sus especificidades.

El comienzo de la enseñanza de Lacan la ubicamos a partir de su texto Función y campo de la palabra y del lenguaje en Psicoanálisis. Lacan introduce la proposición el “inconsciente estructurado como un lenguaje”, y la distinción de los tres registros: lo real, lo imaginario, y lo simbólico que seguirá siendo la piedra de toque de su enseñanza, que no cambiará a través de todas sus variaciones, aunque lo formule de distinta manera.

Durante la década de los 50 y los 60 articuló el psicoanálisis al campo de la antropología estructural y lingüística tomando como referencia a Saussure, Levi-Strauss y algún tiempo después a las matemáticas, la lógica y la topología. Lacan introduce una ruptura epistemológica con las ciencias naturales a las que había recurrido para formular el estadio del espejo en 1936 tomando como referencia los conocimientos de la etología de la época.

En realidad, Lacan siempre trató de darle un estatuto científico al psicoanálisis utilizando los saberes referenciales para hacer una cierta formalización y demostración lógica a la particularidad del ser humano. Un viviente que habla, que tiene un cuerpo y que al mismo tiempo es hablado por el Otro, que está determinado por su encuentro con el lenguaje.

Hubo un primer momento en el que Lacan enseñaba el inconsciente como un saber en lo real, cuando lo decía estructurado como un lenguaje. En esa época, él buscaba las leyes de la palabra, las leyes del significante, la relación de causa y efecto entre significante y significado, entre metáfora y metonimia, a partir de la estructura del reconocimiento de Hegel: reconocer para ser reconocido.

También presentaba y ordenaba ese saber en grafos, bajo la preeminencia del nombre del padre en la clínica y bajo el ordenamiento fálico de la libido.

El sujeto surge a partir del lenguaje, a partir del registro de lo simbólico. Al mismo tiempo el lenguaje no puede decirlo todo, lo simbólico no puede dar cuenta de todo, el lenguaje desfallece y lo simbólico está marcado por la incompletud y la inconsistencia, no podrá decirlo todo sobre el goce y el sexo en el ser hablante. Esto le llevó a Lacan a utilizar la lógica y la matemática inconsistente.

Nos encontramos a partir de ahí en un segundo momento en Lacan en el que el estatuto de lo real y de la relación del psicoanálisis con la ciencia cambia, hasta llegar a afirmar que el psicoanálisis no es una ciencia y que “la ciencia es una ideología de supresión del sujeto”([8]).

Lo real: lo imposible de decir

Cambia entonces el estatuto de lo real y su relación con el saber: “De ahí se constituye un saber no en lo real sino sobre lo real”[9], de manera que lo real está desprovisto de sentido.

“Esto es lo que Lacan llamó lo real. Lo que llamó real es la realidad como experiencia en lo imposible de decir. Concedámosle esto: lo real es lo imposible, cuando el discurso tropieza, no puede ir más allá, se encuentra con un “no hay”… Ciertamente, este real de Lacan, que no se puede decir, pero del que se debe hablar, es lo que Freud llamó el “trauma”.

Lo real de Lacan es siempre traumático, es un agujero en el discurso. Lacan creó el neologismo “troumatique”, es decir, agujeromático. La palabra “trou” en francés quiere decir agujero, por tanto construyó un neologismo basándose en la equivalencia entre trauma y agujero en el discurso. 

Por tanto, el real psicoanalítico no es toda la realidad, como generalmente se entiende. Lo real en psicoanálisis, lo real traumático, depende de la lógica del discurso. Este último delimita, cierne, lo real con sus impasses. Lo real no es una cosa en sí mismo, ni constituye una totalidad. Hay solo pedazos de real a los que accedemos en un análisis.”([10])

Los fragmentos de real a los que accedemos en un análisis son agujeros de lo simbólico, aquello que no ha podido ser simbolizado en el devenir de la existencia de cada uno. Es una condición de la estructura del ser hablante que constatamos en la clínica del psicoanálisis.

Volviendo a lo que les decía antes hay una perspectiva diferente del psicoanálisis y de la ciencia en relación a lo real. Hay que aclarar que ni para la ciencia ni para el psicoanálisis lo real es la realidad.

Hay que subrayar que para cada una de las ciencias hay un real diferente, cada una tiene su trozo de real en términos de Lacan.

Para la biología se trata del real de la vida. ¿Qué es la vida? Es algo a lo que no se ha encontrado una respuesta que vaya más allá de la materia o los genes.

Para el psicoanálisis la vida está en relación con el goce, el goce del cuerpo. Un cuerpo que habla y que goza: “un cuerpo es algo que se goza”[11] y el ser hablante habla con lo que tiene, es decir con el propio cuerpo.

 Este concepto de goce en el psicoanálisis hace frontera con lo real porque de eso se pueden decir cosas, pero no-todo. Por otro lado, el ser hablante introduce de manera específica la vida y la muerte por estar afectados por el lenguaje, que parasita el cuerpo.

Para el psicoanálisis lo real es un elemento de la estructura, no tiene ley, no hay saber sobre lo real y al final de su enseñanza Lacan introducirá el concepto de la verdad mentirosa, lo que nos enseña la experiencia analítica es que sobre lo real el decir siempre tiene estructura de ficción.

En la clínica psicoanalítica observamos cómo este real traumático resuena de distinta manera en cada uno de nosotros. Esto lo hemos podido constatar en relación a los efectos que la misma epidemia han tenido a nivel de la subjetividad.

Pacientes graves que se estabilizan por la contención que introducen las medidas de alarma implementadas por el Gobierno, pacientes que se desestabilizan porque experimentan lo que está ocurriendo como una amenaza o una conspiración que en algunos casos es la fuente de un delirio, pacientes que se angustian, pacientes enredados en múltiples asuntos de la vida cotidiana que hablan de que todo lo que ocurre les hace darse cuenta de lo verdaderamente importante para ellos (cada uno en su particularidad), pacientes asustados y aterrorizados porque están en cuarentena con clínica sospechosa de padecer Covid-19.

Frente a lo real de la epidemia encontramos también las respuestas negacionistas, cuasi delirantes en algunos casos. Lo que se ha denominado como “fake news” de las que podríamos mostrar un amplio catálogo. Eso nos llevaría una conferencia de más de una hora.

Es decir, lo que constatamos en la clínica es que frente a lo real cada uno responde de una manera singular, con su síntoma, con su malestar. Y cuando llegamos a este punto, al sujeto con su síntoma, la singularidad del síntoma en el sujeto que sufre, ya no opera la ciencia como un discurso que responda de forma universal, más bien se trata de un arte que no puede evaluarse con el método científico de la reproductividad y la universalidad.

De hecho, Lacan terminará admitiendo, tal y como dije antes, y afirmando en su Seminario, al final de su enseñanza: “El psicoanálisis, lo he dicho y lo he repetido hace poco, no es una ciencia; no tiene el estatuto de la ciencia y sólo puede esperarlo, anhelarlo”[12]

El psicoanálisis no es una ciencia

En los comienzos del siglo XXI la garantía de “lo científico” se puede decir que goza de buena salud y tiende a invadir cada vez más facetas de la vida cotidiana: Se presenta como un discurso que permite al sujeto disponer de la fantasía de que casi todo es posible y que los riesgos de “vivir la vida” pueden ser asegurados y corregidos por la ciencia, como si de una póliza de seguros se tratase.

La carrera por ponerse la etiqueta de práctica científica la pretenden encabezar las terapias cognitivo-conductuales, aunque avaladas en ocasiones por entidades profesionales del campo de la psicología, que se otorgan este “cientifismo”, aunque no sea más que una ilusión o un a falacia, como garantía.

Para ilustrar esto tomaré un ejemplo acerca de un artículo publicado sobre la eficacia de un fármaco antidepresivo en el tratamiento de la cleptomanía. En la primera parte del ensayo, cuando las enfermas sabían si recibían el antidepresivo o no, el 78 por ciento respondió satisfactoriamente al fármaco. Se podría concluir que el fármaco es efectivo por si mismo para el tratamiento de la cleptomanía.

Sin embargo, en la segunda parte del ensayo, realizado de forma doble ciego, los sujetos fueron distribuidos aleatoriamente a recibir placebo o el fármaco sin saber qué estaban tomando. Al contrario de lo que se podría esperar, la tasa de recaída fue la misma, la evolución de la cleptomanía no estaba influida por el fármaco o el placebo. El resultado del primer ensayo es erróneo y cuando se realiza el experimento adecuadamente los resultados son completamente opuestos. Esto es muy común en todos los campos de la medicina y por esta razón los centros internacionales que son referencia para la evidencia científica son muy rigurosos a la hora de aceptar y valorar los miles de ensayos publicados diariamente. Hay además razones de seguridad que en muchas ocasiones la poderosa industria farmacéutica manipula y oculta priorizando los intereses económicos.

Pues bien, las exigencias metodológicas y la práctica clínica basadas en el método de la investigación científica es incompatible e imposible de aplicar a las terapias de la palabra. Las bases metodológicas son aplicables a la investigación de los psicofármacos, pero no a la psicoterapia. Las terapias de la palabra no pueden realizar estudios experimentales controlados a doble y triple ciego porque supondrían que ni el paciente ni el terapeuta tendrían que saber el tratamiento que están utilizando y esto no es posible. Tampoco se pueden hacer ensayos clínicos con controles ni distribución aleatoria, ni estudios de cohortes porque plantearían problemas éticos irresolubles. Solamente sería posible estudiar series de casos, y de ellos nunca se acreditaría la evidencia científica necesaria, por la sencilla razón de que no la tienen.

Todos los estudios publicados sobre las psicoterapias tienen defectos y errores muy gruesos para las exigencias del método científico. Las muestras son muy pequeñas, las poblaciones no son homogéneas, las variables a medir no están claramente definidas, tampoco las intervenciones terapéuticas se pueden considerar homogéneas, no hay grupos control, ni por supuesto se realizan a doble ciego porque no es posible.

En el campo de la subjetividad no puede aplicarse con rigor la evidencia científica, es un imposible. Esta es una condición no solo del psicoanálisis sino también de todas las terapias y psicoterapias que utilizan la palabra como herramienta de trabajo.

Para los psicoanalistas el hecho de que nuestra práctica no se sustente en la evidencia científica no es un problema sino un valor añadido. Tendremos que explicar que nuestro trabajo se sustenta en la subjetividad y la particularidad de cada uno, que no le vamos a hacer rellenar a los pacientes una casilla para cuantificar lo incuantificable y facilitar posteriormente la realización de un estudio cuasi-científico, que no tenemos protocolos sino la escucha y que buscamos que cada sujeto se encuentre con su singularidad y su diferencia, que no tratamos a todo el mundo por igual ni damos los mismos consejos. La evaluación en psicoanálisis se mueve en otro registro que no es el de la evidencia científica, podemos dar cuenta de nuestro trabajo, pero de forma seria, con publicaciones, libros, en el caso por caso y en la clínica cotidiana.

Y tenemos que reivindicar que los ciudadanos tengan el derecho a elegir libremente las terapias que quieran, sin excluir a nadie. Ese es el punto de partida de la regulación que podemos aceptar, la de los ciudadanos libres.


[1] Miller, J.-A., Presentación del tema del IX Congreso de la AMP: Lo real en el siglo XXI.

[2] Lacan J., El Seminario 23, El sinthome, Paidós, Argentina, 2006, p. 135.

[3] Miller, J.-A., Presentación del tema del IX Congreso de la AMP: Lo real en el siglo XXI.

[4] Galileo Galilei, El ensayador, Colección “Los Grandes Pensadores”, Sarpe, Madrid, 1984.

[5] Miller, J.-A., Presentación del tema del IX Congreso de la AMP: Lo real en el siglo XXI.

[6] Miller, J.-A, Recorrido de Lacan, p. 10. Editorial Manantial, 1998, p. 38-39.

[7]     FREUD, S., “Estudios sobre la histeria”, en: Obras completas, op. cit., pág64.

[8] Lacan, Jacques., Radiofonía&Televisión, Barcelona, Anagrama, 1977, p. 58.

[9] Miller, J.-A., Presentación del tema del IX Congreso de la AMP: Lo real en el siglo XXI.

[10] J.-A Miller, J.-A. “El psicoanálisis, su lugar entre las ciencias”. Conferencia dictada en Jerusalén en el año 1988.

[11] Lacan J., El Seminario, libro XX, Aún, Buenos Aires, Paidós, 1998, p. 32.

[12] Lacan, J. El Seminario, libro XXIV,» L’insu Que sait de l’une-bévue s’aile à Mourre «(inédito)

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