Transferencia y psicosis
Comentario a una cita de J.-A. Miller.
“La paranoia representa el estado más desarrollado de la transferencia negativa, porque no solamente el otro comienza por ser sospechoso, sino que el sujeto concluye con la certeza de que el Otro tiene malas intenciones con él, Que el Otro tiene voluntad de gozar de él… En estos casos se desvanece la noción de transferencia negativa para entrar en el dominio del delirio de persecución”
J.-A. Miller “La transferencia negativa”. Tres Haches. p.19. Buenos Aires, 2000.
En el escrito “La agresividad en psicoanálisis”, Lacan define la agresividad como constitutiva del sujeto y termina ubicando al psicoanálisis mismo como una paranoia dirigida en la que de lo que se trata es de que el analizante se desprenda, sucesivamente, de las diferentes identificaciones imaginarias del Otro que para él han sido fundantes. En el campo de las neurosis, en sus diferentes modalidades, la transferencia negativa es una manifestación consustancial al hecho de que el analista se identifique con la posición del amo, del que encarna el lugar del Sujeto Supuesto Saber, no como un semblante, sino como la infatuación derivada de las insuficiencias de su propio análisis, es decir, de la experiencia fallida de su propia relación con el inconsciente en la experiencia analítica. Inevitablemente la transferencia tomará una deriva imaginaria y sus consecuencias para la cura estarán del lado de la psicoterapia, el acting-out o el pasaje al acto.
Hay que subrayar que en este mismo texto Lacan subrayará que la tendencia agresiva se revela fundamental en cierta serie de estados significativos de la personalidad, que son las psicosis paranoides y paranoicas.
Lacan nos traslada, de esta manera, al amplio campo de las psicosis y las dificultades propias del manejo de la transferencia. En la paranoia, paradigma de la inercia de lo imaginario, el sujeto se presentará siempre como inocente y el lugar del analista, si no está advertido de lo que se juega en la estructura y toma las precauciones necesarias, se tornará inevitablemente en perseguidor.
En el texto de presentación de la traducción francesa de las Memorias del Presidente Schreber nos da una indicación muy precisa para pensar la dimensión paranoica de la psicosis: “¿No es acaso esto lo que nos permitirá una definición más precisa de la paranoia como identificando el goce en ese lugar del Otro como tal?”
Como subrayará J. A. Miller en numerosas ocasiones, el axioma que resume la posición de Lacan en relación a la posición subjetiva de lo que la psiquiatría ha reconocido con el nombre de paranoia es “el Otro goza de mí”.
Dicho de otra manera, el problema del goce transferido al Otro es el problema de la paranoia. Es el momento en que el Otro deja de representar la figura del ideal del sujeto y se convierte en el Otro malvado, despectivo, indiferente o intimidante.
Los paranoicos tienen una relación especial con el sentido a diferencia de la esquizofrenia. Ellos interpretan y reformulan el sentido a partir del encuentro traumático con un vacío de significación. Una mirada, un significante que se agrega a los dichos del sujeto, una voz cuya intensidad es percibida como un exceso de goce del lado del analista, un incalculable contingente a la dinámica de la transferencia, cualquier pequeño detalle que pudiera pasar inadvertido para el analista, puede dar al traste con la orientación de la cura.
El paranoico no perdona y la transferencia siempre transcurre en un desfiladero estrecho cuyo recorrido hay que transitar sabiendo que el saber y la certeza están de lado del analizante y que el analista puede formar parte de su serie de perseguidores al menor descuido.
Santiago Castellanos