*Texto presentado en el Departamento de Psicopatología de la Sección Clínica- Nucep Madrid el 12.01.2018.
La locura es un campo muy amplio que no se agota con las clasificaciones psiquiátricas; aunque nos sirvamos de ellas y las tomemos como una referencia. Aunque hablemos del tipo clínico de la paranoia, la esquizofrenia o la melancolía-manía, en realidad esta cuestión no es la más trascendental. Conviene conocer los diferentes tipos clínicos, pero teniendo en cuenta que para el psicoanálisis se trata de una clínica bajo transferencia, con cada sujeto en particular. Nos interesa localizar su posición subjetiva, sus respuestas al goce y sus posibles soluciones o reparaciones.
El punto de partida para el psicoanálisis es que el ser hablante adviene al mundo bajo las coordenadas de la experiencia del cuerpo fragmentado –tal y como señala Lacan desde sus primeros escritos- y del encuentro con el sinsentido del lenguaje –lalangue dirá Lacan en su última enseñanza-. Este es el punto de partida y no es casual que Lacan terminará diciendo que “Todo el mundo es loco, es decir delirante”. Es una afirmación muy fuerte pero que es producto de lo que nos enseña la experiencia clínica. La cuestión radica en cómo hace cada uno para salir de ahí, cuáles son los arreglos o las soluciones sintomáticas, es decir cuál es la respuesta del sujeto frente a lo real del goce del cuerpo y del sinsentido inaugural del encuentro con el lenguaje.
Puede ocurrir que haya una solución “fallida” o que las soluciones que se encuentren sean frágiles y en un momento de la experiencia subjetiva se desestabilice el andamiaje que a un sujeto en particular lo sujetaba y le daba un lugar en el mundo. Entonces podemos encontrarnos con la experiencia de la locura que desde el campo de la psiquiatría se tratará de clasificar o de diagnosticar añadiéndole un nombre. Usted es esquizofrénico, o paranoico o presenta un trastorno bipolar, o de la personalidad etc…
Hay que decir que nos encontramos en numerosas ocasiones con pacientes que han recibido diferentes diagnosticados a lo largo del tiempo. Primero un trastorno bipolar, después una esquizofrenia paranoide y después un trastorno de la personalidad. Esto da cuenta de las paradojas que se presentan cuando se aborda la clínica a partir de la fenomenología y no de la posición del sujeto frente a lo real, a lo insoportable.
Por esta razón, hay que subrayar que, si bien, la clínica analítica no se ha independizado totalmente de la clínica psiquiátrica y su nosografía, la tomamos como referencia para tomar una cierta distancia de ella. No es casual que en las “presentaciones de enfermos” de Lacan, que realizó durante varias décadas en Paris, no se refiriera particularmente a este punto del diagnóstico psiquiátrico o al tipo clínico. Para él tenía más importancia localizar la posición subjetiva, la particularidad del fenómeno elemental, las coordenadas del desencadenamiento, las soluciones que nos demuestra el paciente o que ha encontrado o en última instancia su posible pronóstico.
Esto es particularmente importante cuando nos referimos a la esquizofrenia. En primer lugar, porque la esquizofrenia y sus diferentes modalidades según el DSM ha colonizado gran parte del diagnóstico de la locura –Espectro de la Esquizofrenia y otros trastornos psicóticos-, hasta el punto que de sus criterios diagnósticos apenas podemos extraer ninguna enseñanza para la clínica. En segundo lugar, porque no es casual que ni a Freud ni a Lacan les interesara particularmente este tipo clínico que fue introducido por Bleuler a partir de su relación con el psicoanálisis. A Freud le parecía más adecuado el término de “parafrenia” y Lacan se refiere a la esquizofrenia en muy pocas ocasiones. De hecho, ambos entraron a la investigación sobre la psicosis a través de la paranoia, al mismo tiempo que tomaban distancia de las teorías organicistas y deficitarias de la época.
En cualquier caso, desde el psicoanálisis de orientación lacaniana hay que tomar las referencias epistémicas y clínicas que nos aportan Freud y Lacan, junto a otros autores para aproximarnos al tipo clínico de la esquizofrenia. Particularmente Freud dedicó, tras su encuentro con Jung y la Escuela de Zurich y a partir del caso Schreber, mucho tiempo para participar de los debates de principios de siglo XX con Kraepelin y los psiquiatras que se acercaban al psicoanálisis. Más allá de que no recomendó a sus discípulos la práctica analítica para la psicosis[1]; sin embargo, fue un gran conocedor de la psicopatología de las primeras décadas del pasado siglo y de las aportaciones de la psiquiatría alemana y francesa.
Perspectiva Freudiana
En la historia del psicoanálisis ha habido un debate permanente acerca de la psicosis y sus mecanismos, pero ni Freud, ni Lacan se manifestaron especialmente partidarios del concepto de esquizofrenia, que surge en 1911 con el texto de Eugen Bleuler, “Demencia Precoz. El grupo de las esquizofrenias”[2].
Para Freud, el concepto de Spaltung –escisión- descrito por Bleuler, para el grupo de las esquizofrenias, no se correspondía con un mecanismo estructural específico de la psicosis porque siempre concibió la división del sujeto como un hecho estructural, ya sea desde el punto de vista tópico, dinámico o económico.
En la edición de Kraepelin de 1899 se presentan diferentes formas, que evolucionan a una demencia irreversible. Hay una suerte de destino inexorable y un punto de partida deficitario y de origen orgánico. En el capítulo “Demencia precoz” distingue tres categorías esenciales: la hebefrenia, la catatonia y la demencia paranoide.
Podríamos decir que el concepto de esquizofrenia de Bleuler ha triunfado frente al concepto de “demencia precoz” de Kraepelin.
Bleuler discrepa de Kraepelin en relación al inexorable deterioro de la demencia precoz. Le critica porque es imposible determinar cuál será la evolución de la enfermedad a partir de los síntomas iniciales. Bleuler distinguirá diferentes formas de esquizofrenia: paranoide, catatónica, hebefrénica, simple y latente –no desencadenada-.
La relación de Freud con Jung y Bleuler fue muy relevante en esos años porque consideraba que ambos psiquiatras de la Escuela de Zurich le iba a permitir al psicoanálisis abrir una puerta de entrada al campo de la medicina y salir de su aislamiento.
Hay un gran intercambio clínico y debates entre Freud, Jung, Abraham y Bleuler que se puede leer en las correspondencias que están publicadas. Para Bleuler la esquizofrenia se caracteriza por la escisión de la mente, la disociación de las funciones en lo concerniente a la inteligencia, el comportamiento y los afectos. En cualquier caso, este síndrome caracterizado por un proceso de disociación sigue siendo atribuido, para Bleuler, a un origen orgánico. Este es uno de los aspectos más criticados por Freud. En ese debate con Jung, en 1908, Freud se decanta por la paranoia como un buen tipo clínico y añade que la “demencia precoz” es un mal término nosográfico.
Freud, en el texto de 1894 sobre “Las neuropsicosis de defensa” plantea, en las confusiones alucinatorias, un mecanismo de defensa que consiste en que el yo rechaza (verwirft) la representación insoportable al mismo tiempo que su afecto como si la representación nunca hubiera llegado al propio yo. Hay que aclarar que el caso de de la señorita P. -una paranoia crónica- despertó mucho interés en Bleuler y Jung, según podemos apreciar en la correspondencia publicada entre ambos. En este caso, Freud planteará en sus conclusiones que la certeza de la paciente acerca de un reproche que le había dirigido su cuñada será reprimido por medio de una proyección, lo que constituirá un síntoma de defensa que consistirá esencialmente en la desconfianza hacia los demás. La paranoia, para Freud, tenía el propósito de proyectar al mundo exterior una representación “inconciliable” con el yo, lo que permitía una defensa al yo, que colocaba en el Otro la causa de sus males.
Freud toma el caso Schreber y el estudio de la psicosis como una vía para entender la constitución del aparato psíquico. De Schreber empleará, al comienzo de su texto, el concepto de demencia paranoide y al final propondrá el término de parafrenia, reconociendo así que le interesa trabajar particularmente sobre la parte paranoica de la demencia paranoide.
En el texto, “Lo inconsciente” de 1915, Freud hace numerosas referencias acerca de la esquizofrenia. Afirma “que la hipótesis de lo inconsciente es necesaria y legítima, y, además, que poseemos múltiples pruebas de su exactitud”[3]. A lo largo del texto trata de establecer una tópica de los estados anímicos[4], aclarando que nada tiene que ver con la anatomía del cerebro. Además, nos dice que “denominaremos metapsicología a aquella exposición en la que consigamos describir un proceso psíquico conforme a sus aspectos dinámicos, tópicos y económicos”.[5]
Cuando Freud introduce el aspecto económico sabemos que está hablando de la carga libidinal, lo que posteriormente será introducido por Lacan bajo la denominación del goce. Cuando Freud se aproxima al establecimiento de una sólida clínica basada, sobre todo, en las neurosis y los tipos clínicos de la histeria, obsesión y fobia, se encuentra con dificultades enormes para aproximarse a la psicosis.
Él fundamenta la clínica del psicoanálisis en sus casos paradigmáticos –caso Dora, El hombre de las ratas, la joven homosexual etc…- pero se encuentra con el Hombre de los Lobos. Escribe un texto establecido a partir de la neurosis infantil, pero este caso le sorprende. Es más prolongado en el tiempo de lo habitual y aunque lo escribe a partir de su consideración como una neurosis, se da cuenta, por su desarrollo en el tiempo, que es un caso que desorganiza en parte su concepción de la clínica. Como sabemos se trataba de un caso de psicosis que es atendido por diferentes psicoanalistas y que termina siendo sostenido por los mismos, haciéndose un nombre hasta el final de sus días.
Todos esos textos de la época abordan, de una u otra manera, la cuestión de lo que sucede con la libido y sus destinos. Dicho de otra manera, lo que sucede con el goce. No consigue establecer un mecanismo para pensar la psicosis, pero nos da algunas indicaciones muy interesantes que nos enseñan, particularmente para considerar el tipo clínico de la esquizofrenia.
Vamos a seguir el rastro de algunos de estos textos freudianos de la segunda década del siglo pasado.
Freud ya había establecido en 1914 en “Introducción al narcisismo” la diferencia entre libido yoica y libido objetal, afirmando que la demencia precoz y la paranoia nos permiten establecer las diferencias sobre la distribución y la localización de la libido.
Para Freud habría en la paranoia una fijación al estadio del narcisismo que produce una amplificación del delirio, mientras que en la demencia precoz la regresión conduciría a un abandono completo del amor objetal, a consecuencia de un retorno al autoerotismo infantil.
Hablando de la esquizofrenia Bleuleriana, dice Freud: “Estos enfermos, a los que yo he propuesto calificar de parafrénicos, muestran dos características principales: la manía de grandeza y la falta de todo interés por el mundo exterior (personas y cosas), el apartamiento del parafrénico ante el mundo exterior presenta caracteres peculiarísimos, que será necesario determinar. También el histérico o el neurótico obsesivo pierden su relación con la realidad, y, sin embargo, el análisis nos demuestra que no han roto su relación erótica con las personas y las cosas. La conservan en su fantasía; esto es, han sustituido los objetos reales por otros imaginarios, o los han mezclado con ellos, y, por otro lado, han renunciado a realizar los actos motores necesarios para la consecución de sus fines en tales objetos…el parafrénico se conduce muy diferentemente. Parece haber retirado realmente su libido de las personas y de las cosas del mundo exterior, sin haberlas sustituido por otras en su fantasía.”[6]
En este mismo texto Freud nos habla del hipocondríaco como aquel que “retrae su interés y su libido –con especial claridad esta última- de los objetos del mundo y los concentra ambos sobre el órgano que le preocupa”[7] y subraya que la hipocondría es a la parafrenia lo que las neurosis actuales es a la histeria y la neurosis obsesiva. Cuando Freud nos propone el mecanismo de la parafrenia subrayará que la libido no permanece ligada a objetos en la fantasía, sino que se retrae al yo[8].
De esta formulación de Freud nos interesa rescatar el hecho determinante, que será abordado posteriormente por Lacan desde la perspectiva del goce, de que la libido en lugar de encontrar una derivación a través del fantasma o del síntoma, se retrotrae sobre el yo.
¿Pero qué quiere decir Freud con esto?
En las Conferencias Introductorias –Lección XXVI- Freud se refiere a K. Abraham, en 1908, a quien atribuye el principio de que el carácter esencial de la demencia precoz (situada entre las psicosis) consiste en la ausencia de revestimiento libidinal de los objetos. Dicha libido se retare al yo, siendo este retorno la fuente de la megalomanía de la demencia precoz. Freud, añade: “Continuando el desarrollo de esta concepción, nos dijimos que tal capacidad de la libido para fijarse al propio cuerpo y a la propia persona del sujeto en lugar de ligarse a un objeto exterior no puede constituir un suceso excepcional e insignificante, siendo más bien probable que el narcisismo sea el estado general y primitivo del que ulteriormente, y sin que ello implique su desaparición, surge el amor a objetos exteriores”[9]
Más adelante, refiriéndose al variable cuadro sintomático de la demencia precoz, añade: “ Una gran parte de él se halla constituida por otros fenómenos relativos a los esfuerzos de la libido por retornar a los objetos, y correspondientes, por tanto a una tentativa de restablecimiento o curación…En la demencia precoz parece como si en sus esfuerzos por retornar a los objetos, esto es, a las imágenes de los objetos, consiguiese la libido volver a adherirse a ellos; pero en realidad, lo único que de ellos logra aprehender es una vana sombra; esto es las imágenes verbales que les corresponden”[10]
En la carta de 21 de diciembre de 2014, a Karl Abraham, Freud resume con gran claridad a que se está refiriendo: “Recientemente, conseguí esbozar una descripción del sistema de conciencia y del inconsciente que casi hace tangibles y con ayuda se puede resolver fácilmente –creo yo- la relación de la Demencia Precoz con la realidad. Según mi concepto, todas las catexis objetales constituyen el sistema del inconsciente; el sistema de la conciencia corresponde a la asociación de estas representaciones inconscientes a las representaciones verbales, que les permiten el paso a la conciencia. En las neurosis de transferencia la represión consiste en la retirada de la libido del sistema consciente, es decir, en la resolución de las representaciones objetales y verbales, mientras que la represión en las neurosis narcisistas corresponde a la retirada de la libido de las representaciones objetales inconscientes, siendo esta segunda variante, naturalmente, un trastorno mucho más profundo. De ahí que la Demencia precoz altere primero el lenguaje y trate las representaciones verbales globalmente como la histeria trata las representaciones objetales, a saber que las someta al proceso primario con su condensación, su desplazamiento y su descarga, etc.”[11]
En el texto “Lo inconsciente” Freud se refiere a los trastornos del lenguaje en la esquizofrenia: “Se observa en los esquizofrénicos, sobre todo durante los interesantísimos estadios iniciales, una serie de modificaciones del lenguaje, muchas de las cuales merecen ser consideradas desde un determinado punto de vista. La expresión verbal es objeto de un especial cuidado, resultando pomposa y altiva. Las frases presentan una particular desorganización de la estructura, que nos las hace ininteligibles, llevándonos a creer faltas de todo sentido las manifestaciones del enfermo. En estas aparece con frecuencia, en primer término, una alusión a órganos somáticos o a sus inervaciones.”[12]
En este mismo texto, Freud Toma como referencia uno de los enfermos de Tausk, una muchacha, que acudió a su consulta poco después de haber regañado con su novio; ella se queja: “Los ojos no están bien, están torcidos”, y explica luego, por si misma, esta frase, añadiendo en lenguaje ordenado una serie de reproches contra el novio: <<nunca he podido comprenderle. Cada vez se le muestra distinto. Es un hipócrita, un ojo torcido, le ha torcido sus ojos, ahora ella tiene sus ojos torcidos, ya no son sus ojos nunca más, ahora ella ve al mundo con ojos diferentes.>>
Estas manifestaciones, añadidas por la enferma a su primera frase ininterrumpida, tienen todo su valor de un análisis, pues contienen una equivalencia de la misma en lenguaje perfectamente comprensible y proporcionan, además, el esclarecimiento de la génesis y la significación de la formación verbal esquizofrénica. Coincidiendo con Tausk, haremos resaltar en este ejemplo el hecho de que la relación del contenido con un órgano del soma (en este caso el ojo) llega a arrogarse la representación de dicho contenido en su totalidad. La frase esquizofrénica presenta así un carácter hipocondríaco, constituyéndose en lenguaje de órgano”[13]
Freud subrayará que “las palabras quedan condensadas y transfieren sus cargas unas a otras por medio del desplazamiento. Este proceso puede llegar hasta conferir a una palabra, apropiada para ello por sus múltiples relaciones, la representación de toda la serie de ideas”[14]
Podríamos decir que Freud nos da aquí una serie de indicaciones que serán retomadas y ampliadas posteriormente por Lacan. Por un lado, los trastornos del lenguaje en la esquizofrenia y la hipocondría y, por otro lado, los efectos del retorno de la libido sobre el yo y el cuerpo.
Lacan: “Todo lo simbólico es real”
El tipo clínico de la esquizofrenia testimonia de las consecuencias de la falla en la incorporación del orden simbólico y sus consecuencias en el lenguaje y en la constitución del cuerpo. Mientras que en la histeria los síntomas del cuerpo se muestran como jeroglíficos a descifrar, en la esquizofrenia se presenta como un lenguaje de órgano en el que la relación de los significantes o palabras no guardan relación con las cosas o efecto de significado.
Recientemente escuchamos el testimonio de un paciente, en una presentación de enfermos, que nos decía que su enfermedad consistía en que él “sentía la mente” desde muy pequeño y que esta experiencia, que para él tenía un carácter orgánico, era la fuente de todos los problemas. Nos decía que había sido diagnosticado de demencia paranoide pero que no había encontrado su caso en ninguna parte. Vivía en su “burbuja” apartado del mundo y esperaba que la ciencia encontrara la molécula que resolviera la experimentación de sentir la “mente o el cerebro” desde siempre. Su pequeño delirio no remitía a nada y era la manera en que nombraba su particular “fenómeno elemental”.
Lacan se ocupa de la esquizofrenia en diferentes momentos.
En “Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneinung de Freud”, en el que se estudia el texto de “la negación de Freud”, del que hemos hablado anteriormente, se subraya la importancia de que en la constitución subjetiva se produzca una “afirmación primordial”, de una Bejahung originaria y fundante. Allí Lacan retoma el término werwefung, empleado por Freud: “es exactamente lo que se opone a la Bejahunng primaria y constituye como tal lo que es expulsado”[15]
Un poco más adelante, Lacan nos dice: “ ¿Pero ¿qué sucede pues con lo que no es dejado ser en esa Bejahung? Freud, nos lo ha dicho previamente, lo que el sujeto ha cercenado –verworfen- así, decíamos, de la abertura al ser no volverá a encontrarse en su historia, si se designa con ese nombre el lugar donde lo reprimido vuelve a reaparecer…Pues para que hubiese efectivamante de conocer algo de ello en ese sentido, sería necesario que algo saliese de alguna manera a la luz de la simbolización primordial. Pero, una vez más, ¿qué sucede con ello? Lo que sucede con ello pueden ustedes verlo: lo que no ha llegado a la luz de lo simbólico aparece en lo real…va a reaparecer en lo real, erráticamente, es decir en relaciones de resistencia sin transferencia, diríamos, para volver a la metáfora que utilizamos antes, como una puntuación sin texto”[16]
En este mismo texto, Lacan planteará que para el esquizofrénico todo lo simbólico es real, a diferencia del paranoico en el que prevalecen las estructuras imaginarias y en el que los fenómenos elementales son presignificantes que servirán para ese universo siempre parcial que llaman un delirio.[17] De esta forma, a diferencia de la esquizofrenia, en la paranoia el mismo delirio suele ser más fecundo e incluso producir un punto de capitón que estabilice al sujeto, aunque no siempre se consigue.
Podríamos decir que en la esquizofrenia hay una falla radical en la simbolización más primaria, de manera que “todo lo simbólico es real”, es decir los significantes sueltos –S1- no cumplen la función de articularse a un S2 y producir una cadena de significantes S1-S2, es decir, un discurso de sentido. Esto supone para el sujeto esquizofrénico una dificultad añadida para defenderse ante lo real y el goce. Si se produce una falla entre la representación inconsciente y consciente se producirán consecuencias en la relación entre las palabras y las cosas, las palabras son tomadas en un sentido literal y el esquizofrénico trata las palabras como cosas.
Esto supone, en general, un lenguaje más empobrecido, desorganizado y en los que los S1 no encuentran la manera de hacer cadena y producir sentido. Lacan desarrollo numerosos fenómenos del lenguaje, de código etc…en el texto de “Una Cuestión preliminar a todo tratamiento posible de las psicosis” que iremos estudiando a lo largo del curso.
Un cuerpo sin discurso.
J.A. Miller nos dirá: “Cómo definiremos aquí el esquizofrénico? Propongo definirlo, por el momento, con Lacan, como el sujeto que se especifica por no estar cogido en ningún discurso, en ningún lazo social. Añado que es el único sujeto que no se defiende de lo real por medio de lo simbólico, como hacemos todos nosotros cuando no somos esquizofrénico. No se defiende de lo real con el lenguaje porque, para él, lo simbólico es real”[18]
En el texto “Psicosis y Psicoanálisis”, J. A. Miller subrayará que en el caso de la esquizofrenia lo que veremos emerger es el enjambre de significantes, una pluralización de significantes amo que equivaldrán, finalmente, a su desaparición. Se podrían tratar los fenómenos esquizofrénicos como una dispersión y desaparición del significante amo.
Esto tendrá enormes consecuencias desde el punto de vista de la constitución del cuerpo propio.
En el ser humano la constitución de un cuerpo no sucede de forma natural. La reintegración en el cuerpo del lenguaje no está asegurada de antemano. J. A. Miller señala cómo esto abre el campo de los discursos que dicen lo que hay que hacer del cuerpo, lo que se llama educación: “La buena educación es, en gran medida, el aprendizaje de las soluciones típicas, de las soluciones sociales para resolver el problema que plantea al ser hablante el buen uso de su cuerpo y de las partes de su cuerpo: con esto hay que hacer esto, con esto otro hay que hacer esto. Esta distribución no opera en el esquizofrénico”[19]
Se trata de la distinción entre el organismo y la función, que siempre es problemática. En el esquizofrénico los órganos pasan fuera del cuerpo, en el sentido en que toman vida ellos mismos, tienen su propia vida, su propio lenguaje. El sujeto esquizofrénico tendrá que arreglárselas con el cuerpo sin la ayuda de un discurso establecido, es decir, sin la inscripción de un orden simbólico a partir del cual tratar de dar sentido a un acontecimiento de cuerpo.
Veamos el siguiente relato de una paciente de 65 años que se presenta de la siguiente manera: “Le voy a contar por favor, yo le voy a contar, quiero que me escuche, los huesos de la cabeza todos los huesos, las sienes, unos dolores terribles, helaítos de frío, me tengo que poner un gorro de lana del frío tan horrible que tengo, y no puedo ni hablar siquiera, oídos, los oídos, me duele el hueso de la cara, el dolor es horrible, unos escalofríos que me dan, unas tembleras como si tuviera el parkinson, y comer es una pena, no amontono ni siquiera, todo sal, grasas, me suben grasas, pero ¿de qué, si yo no como grasas? Mi cuerpo no admite nada, estoy cada vez peor, se me cae el pelo, unos picores, unos granos…, una cosa que me sube para arriba cuando como algo que me vuelvo loquita, las piernas no me tienen, los protectores del estómago me ponen nerviosita perdida, me dan muchas bilis, dolor de cabeza, vértigos, mareos, no salgo de mi casa porque no puedo…, muchos dolores, a mí lo que me ha puesto mal han sido las pastillas, sobre todo los protectores, me duele el corazón y me da golpes, estoy inválida terrible, estas pastillas me dan pinchazos, me abrasa, me escuece, algo me quema y me sube hasta la boca. El dolor es horrible…”.
Si no se produce la operación simbólica que permite que el cuerpo se pueda constituir, reunificar y sostener, nos encontramos con las perturbaciones corporales propias de la psicosis. El sujeto no ha encontrado la manera adecuada de ligar el órgano del lenguaje al resto. En la topología del nudo borromeo es como si el registro de lo imaginario, el cuerpo, se encontrara desanudado del registro de lo simbólico y lo real, sin hacer cadena.
¿Cómo se manifiesta esto en la clínica?.
Un paciente me dice: “me preocupa la indiferencia que tengo en cuanto a mi cuerpo, es como si solo continuara viviendo solo mentalmente, no me cuido nada, entre otras cosas, y descuido el aspecto físico. Puedo tener un brote de gota o tener diarreas y es como si le pasara a otro cuerpo, lo olvido enseguida y sigo adelante…”
El sujeto psicótico, en ocasiones, encuentra sus propias invenciones para hacer algo con este problema de estructura, hacer algo con ello.
“El órgano del lenguaje del sujeto produce un ser hablante, es decir, le otorga un ser, pero al mismo tiempo le otorga también un tener, su tener esencial que es el cuerpo. El dicho esquizofrénico, Lacan considera que se especifica por el hecho de que para él, el problema del uso de los órganos es especialmente agudo y que tiene que tener recursos sin el auxilio de discursos establecidos, es decir que está obligado a inventar un discurso, está obligado a inventar sus apoyos, sus recursos, para poder hacer uso de su cuerpo y de sus órganos”[20]
Un cuerpo que habla y que goza: “un cuerpo es algo que se goza”[21] y el ser hablante habla con lo que tiene, es decir con el propio cuerpo.
En la paranoia los fenómenos elementales tendrán un valor de presignificantes, lo que quiere decir que los S1 fuera de la cadena son susceptibles de una articulación y producir un S2, es decir un delirio, un universo de discurso que, aunque sea parcial, podrá abrochar el significante con el significado. En la esquizofrenia el fenómeno elemental no toma valor presignificante, hay una falla más profunda en la simbolización originaria, por lo que Lacan llega a decir que “todo lo simbólico es real”, lo que quiere decir que no introduce ningún orden.
Por esta razón, en el polo esquizofrénico el cuerpo está permanentemente amenazado de estallar, no se sostiene. Podemos encontrar en las Memorias de Schreber todos los fenómenos relacionados con la disolución de lo imaginario en los que el cuerpo es amenazado, dañado, alterado, destruido o mutilado. De esta forma el territorio de esa lucha que se produce con sus perseguidores (Dr. Flechsig, Dios…) es su propio cuerpo.[22]
Podríamos decir que es en la esquizofrenia donde los fenómenos del cuerpo propios de la psicosis son más acentuados, aunque también encontramos en la paranoia la experiencia de la vivencia del cuerpo como ajeno, amenazado por el goce del Otro. El goce no deja de retornar sobre el propio cuerpo, aunque esté localizado en un perseguidor externo.
El psicótico tiene que hacer verdaderos esfuerzos de invención para mantener el cuerpo como uno. La respuesta del sujeto, ya sea a través del delirio o de otras soluciones o identificaciones imaginarias, tiende a recomponer su propio mundo y también el cuerpo en tanto cuerpo propio.
Hay una gran variedad de soluciones que encontramos en la clínica. La de aquel paciente que podía hacerse un cuerpo bajo el “uniforme” de los “cuerpos de seguridad del Estado” que le daban un sostén mínimo, aunque frágil e imaginario. O la de aquéllos que encuentran en la escritura una solución para evitar el estallido y la fragmentación del cuerpo imaginario. “El desorden más íntimo es esta brecha en la que el cuerpo se deshace y donde el sujeto es inducido a inventarse vínculos artificiales para apropiarse de nuevo de su cuerpo, para “estrechar” su cuerpo contra él mismo. Para decirlo en términos de mecánica, necesita una abrazadera para aguantar con su cuerpo”[23]
Esta abrazadera –independientemente de la invención de que se trate–, ya sea una psicosis desencadenada o no, es una posibilidad a construir en una clínica bajo transferencia.
Santiago Castellanos
[1] En el “Compendio de psicoanálisis” (1938) declara “la necesidad de renunciar a la aplicación de nuestro plan terapéutico en el psicótico, renuncia que quizá sea definitiva, o quizá sea solo transitoria, hasta que hayamos encontrado otro plan más apropiado para este propósito”
[2] Bleuler, E., La Demencia Precoz. El grupo de las Esquizofrenias, Lumen, Bs. As., 1992.
[3] Freud, S., “Lo inconsciente”, en Obras Completas, Tomo II, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973, p. 2061.
[4] Ibid., p. 2065.
[5] Ibid., p. 2070.
[6] Freud, S., “Introducción al narcisismo”, en Obras Completas, Tomo II, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973, p. 2018.
[7] Ibid., p. 2022.
[8] Ibid., p. 2024.
[9] Freud, S., “Lecciones introductorias al psicoanálisis”, en Obras Completas, Tomo II, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973, p. 2381.
[10] Ibid., p. 2385.
[11] Freud, S.,-Abraham, K., Correspondencia completa 1907-1926, Editorial Síntesis, Madrid, 2005, p. 309.
[12] Freud, S., “Lo inconsciente”, en Obras Completas, Tomo II, Biblioteca Nueva, Madrid, 1973, p. 2078.
[13] Ibid., p. 2079.
[14] Ibid.
[15] Lacan, J., “Respuesta al comentario de Jean Hyppolite sobre la verneinung de Freud”, en Escritos I, Siglo XXI, Bs. As., 1985, p. 372.
[16] Ibid., p. 373.
[17] Ibid., p. 377.
[18] En Consecuencias, revista digital de psicoanálisis, arte y pensamiento, nº 7, http://www.revconsecuencias.com.ar/ediciones/007/template.php?file=arts/alcances/Ironia.html
[19] Miller, J.-A., “La invención psicótica”, Cuadernos de Psicoanálisis, Bilbao, Revista del Instituto del Campo Freudiano en España nº 30, 2007, p. 56.
[20] Ibíd.
[21] Lacan J., El Seminario, libro XX, Aún, Buenos Aires, Paidós, 1998, p. 32.
[22] Schreber D., Memorias de un enfermo de Nervios, Madrid, Editorial Sexto Piso, 2008. p. 108-109.
[23] Miller J.-A., “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”, Freudiana nº 58, Comunidad de Catalunya de la ELP, 2008, p. 19.