Signos discretos, rupturas, desenganches.*

El exergo lacaniano de “no retroceder ante la psicosis” supone una invitación a despejar las dificultades propias de una clínica bajo transferencia. Él no dejó una teoría definitiva, sino esbozada a partir de la topología, una clínica continuista que permite un tratamiento del exceso del goce, desregulado, que intenta anudar nuevas soluciones e invenciones.

Todo el mundo es loco, es decir delirante, pero no todos deliramos de la misma manera. Se hace imprescindible conocer las especificidades de la posición subjetiva que cada sujeto toma frente al encuentro con lo real y el goce. Hay una respuesta primaria, mítica, del lado de la castración o de la forclusión y al mismo tiempo, en la clínica encontramos anudamientos, rupturas y desenganches, diferentes suplencias y Nombres del Padre que han permitido al sujeto hacer una vida y en algún momento desestabilizarse.

Un paciente es entrevistado en una Presentación de enfermos. Su ingreso hospitalario se produce a partir de su negativa a tomar los medicamentos prescritos para su enfermedad infecciosa crónica, de manera abrupta, hasta el punto de que había puesto en riesgo su vida.

Nos dice que su vida ha estado marcada por la dificultad en encontrar un lugar desde la más tierna infancia. El hijo pequeño de tres hermanos refiere que siempre fue un “niño bueno” hasta los nueve años de edad. Su padre, de profesión militar, era muy autoritario. Su madre, más protectora y cariñosa, siempre mostró una relación de afecto con él.

A los nueves años nos dice que pasó algo que lo perturbó profundamente. Es un momento de ruptura en su existencia. Su cuerpo se agitaba, se encontraba muy nervioso, comenzó a portarse mal y a tener comportamientos agresivos en el colegio.

Tras un año de fracaso escolar, los padres lo inscriben en un internado. Este lugar produce un efecto de pacificación que lo lleva a estudiar y especializarse en un oficio vinculado al ejército, institución en la que trabaja durante 30 años. Siempre tenía una misión que cumplir: ayudar y salvar a los demás. Era la solución que había encontrado para hacer lazo social, lo que le permitía puntualmente tener relaciones amorosas con mujeres frágiles a las que él podía proteger.

Durante el tiempo que estuvo en la institución y amparado en el “uniforme”, él podía tener un cuerpo, dado que además pertenecía a un cuerpo militar de prestigio y reconocimiento social.

Todo su mundo se derrumbó a partir del momento en que por su edad tenía que jubilarse.  No podía hacer los trámites legales necesarios para solicitar la pensión y entró en un estado de confusión a partir del cual terminó abandonado la toma de medicación y poniendo su vida en riesgo. En realidad, la vida ya no tenía sentido para él.

Nos encontramos con un paciente que nos enseña la función que tenía para él una identificación masiva a la institución militar. Una identificación que en el registro de lo imaginario y de lo simbólico le permitían tener un lugar en el mundo, tener un cuerpo y un medio de regulación de un goce del cuerpo, que a los nueve años se manifestó como una agitación que lo invadía. Él no podía dar cuenta de las coordenadas de su vida que iniciaron ese momento de agitación, ni tampoco podía dar cuenta del momento de perplejidad en que había entrado a partir del momento en que le habían comunicado su cese. No había podido subjetivar apenas nada.

Es un paciente que se había caracterizado por haber llevado una vida aparentemente “normal” y que nunca había precisado tratamiento psicológico, ni psiquiátrico. “Desenganchado” de la institución que le dio un lugar, la posibilidad de pasaje al acto es muy evidente, tal y como se pudo comprobar a lo largo de la entrevista. Su desestabilización, una vez que ya no dispone de la prótesis imaginaria y simbólica que lo había sostenido, evidencia lo que Lacan decía acerca del “desorden provocado en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto”.

*Flash presentado en la Jornada Clínica del XI Congreso de la AMP en Barcelona.

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