Lo que el psicoanálisis enseña, ¿cómo enseñarlo?*

Intervención realizada en el III Encuentro de Elucidación de Escuela de la ELP, celebrado en Bilbao el 19.09.2017.

Lacan pudo presentar su enseñanza, según él mismo refiere, “sólo en su relación con la causa analítica” para fundar una Escuela. Las “enseñanzas” en la Orientación Lacaniana tienen una particular relevancia en relación a otras corrientes del psicoanálisis, un particular estatuto que se propone hacer que los principios de la praxis analítica y la experiencia de una análisis no sean inefables.

No creo que haya una respuesta única a la pregunta que está formulada en esta mesa. En cualquier caso, cada uno puede dar la suya. Más allá de eso, en la actualidad del Campo Freudiano en el que sus engranajes están en proceso de cambio hay que subrayar lo que Lacan afirma en el Acto de Fundación de la Escuela: “Que en el presente el psicoanálisis no tiene nada más seguro que hacer valer en su activo que la producción de psicoanalistas, aunque ese balance aparezca como dejando que desear”[1]

Es en esta perspectiva de la formación del analista que hay que partir de la base de que “hay un real en juego en la formación misma del psicoanalista” [2]

¿Realizo este pequeño comentario desde el lugar de lo que me ha enseñado el psicoanálisis a partir de la experiencia de mi recorrido analítico?

Hay un primer nivel en el que la formación del analista transcurre alrededor de la enseñanza de los fundamentos propios. Creo que es la función que corresponde a las Secciones Clínicas y al Instituto del Campo Freudiano que precisan de una renovación, tal y como lo ha subrayado recientemente Miller. Se trata de una enseñanza sistemática que produce una cierta consistencia a un saber que se articula. Hay que destacar esta función, que siendo necesaria e imprescindible, no es suficiente en la perspectiva de la formación del analista.

Lacan comienza el texto Quizás en Vicennes…que “se agregarán las enseñanzas que Freud formuló como aquellas en las que el analista debía apoyarse para reforzar lo que posee de su propio análisis: es decir, para saber, no tanto aquello para lo cual ha servido, sino aquello de lo cual se ha servido”.[3]

Hay un segundo nivel que se sostiene en la experiencia ética del propio análisis, orientado por lo real. Un análisis llevado hasta su final, más allá de su dimensión terapéutica, introduce inevitablemente la experiencia de la inconsistencia y de la fuga del sentido. Una experiencia que se sitúa más allá del plano de las identificaciones y del fantasma.

En mi propio análisis le preguntaba a la analista angustiado:

-¿y ahora qué puedo hacer dado que no creo en nada?

Y la analista me contestó:

-pero usted ha hecho la experiencia del inconsciente.

Ya me había dado cuenta a qué lógica servían los ideales de izquierda en que me había sostenido en la época universitaria. Ahora puedo decir que el inconsciente, considerando la última enseñanza de Lacan, evanescente y vacío, no conoce ideología alguna y que su estructura simbólica está al servicio de un goce que en aquellos momentos permanecía oculto bajo los meandros del lenguaje, del sentido y de los ideales. Ahora que la política ha llegado al Campo Freudiano hay que decir que la política del psicoanálisis no sirve a ideología alguna porque eso supondría introducir el discurso del amo en el seno del discurso analítico.

Y el final del análisis ¿qué me enseño?

Me enseñó que cada uno de nosotros somos el efecto del delirio del Otro que no puede sino delirar alrededor del agujero de lo real del sexo y de la muerte, es decir que es sobre esos agujeros y los fragmentos de real de la propia existencia, de la contingencia, que en el mejor de los casos uno puede hacer un síntoma que puede ser analizable. De ese síntoma siempre quedaran restos y esto hace al “sinthome” y a la relación de cada uno con la causa analítica.

Al final del análisis uno queda “disperso y descabalado” dirá Lacan en el Prefacio a la Edición Inglesa del Seminario 11: “Por ello designé con el pase esta puesta a prueba de la hystorización del análisis, cuidándome de no imponer este pase a todos, porque no hay todos en este punto, sino dispersos y descabalados. Lo dejé a disposición de los que se arriesgan a testimoniar lo mejor posible de la “verdad mentirosa”[4]

Testimoniar cómo se ha inscrito en el final del análisis una pérdida de la vertiente más mortífera del goce propio y de cómo cada uno se identifica con ese resto de goce al que Lacan denominó Sinthome puede suponer una enseñanza para los psicoanalistas. Hay el goce, esa perla del final del análisis que se erige sobre esos fragmentos inmutables de real, que provee un nuevo anudamiento con la vida y con la causa analítica.

¿Cómo enseñar más allá de los saberes establecidos y en el borde de la ignorancia tal y como ocurre en la experiencia del propio análisis?

¿Cómo enseñar que en la Orientación Lacaniana la formación del analista transcurre en una tensión entre la consistencia de un saber articulado y la inconsistencia de la propia experiencia del análisis? ¿enseñar o transmitir? ¿enunciación o saber establecido?

En estos siempre hay una topología que podría denominar como moebiana.

Tal y como he contado durante mis funciones de AE tras finalizar el análisis tengo un sueño del que hablo al analista con quien controlo porque tenía relación con el caso que le presentaba.

En el sueño estoy en la consulta del analista con el que solía controlar. Estoy tumbado en el diván y no puedo hablar, al mismo tiempo que experimento una serie de fenómenos extraños en el cuerpo, fenómenos de fragmentación corporal. Me asusto y vuelvo la cabeza hacia atrás, observando como el analista está haciendo movimientos muy extraños y pienso: “el analista está loco”. Me levanto y salgo corriendo de la consulta.

En la posición del analista hay un toque de locura, me señalaría el analista con quien realizaba el control. Esto produjo un efecto de enseñanza para el caso y también para la práctica clínica y mi interés actual por la investigación y el trabajo con la psicosis.

Hay por tanto un tercer nivel que en mi experiencia hace a los fundamentos de la práctica analítica: la experiencia del control.

Lacan subrayará en el Acto de Fundación de la Escuela que: “Desde el comienzo y en todo caso un control calificado le será asegurado en ese marco al practicante en formación en nuestra Escuela”[5].

Este postulado fundamental funciona de manera que los analistas practicantes se dirigen a aquellos en los que depositan su transferencia para la práctica regular del control. Al menos, eso es lo que se espera. “La enseñanza del psicoanálisis solo puede transmitirse de un sujeto a otro por las vías de una transferencia de trabajo. Los seminarios, no fundarán nada si no remiten a esa transferencia”[6]

Llegados a este punto, en mi opinión la pregunta acerca de cómo enseñar lo que el psicoanálisis enseña es difícil de contestar porque no responde a ningún standard sino que en el mejor de los casos la transmisión del psicoanálisis se producirá a partir de la posicióndel que enseña y esto dependerá de la relación con la causa analítica y del propio recorrido analítico. Uno enseña a partir de la posición de “analizante” o de lo contrario tendrá que sostenerse en la infatuación de un saber más propio del discurso universitario. Desde ese lugar podrán producirse enseñanzas sobre saberes establecidos pero difícilmente se producirá una transmisión sobre lo real del discurso analítico.

Lacan nos dice al final del texto de la Alocución sobre la Enseñanza: “Lo que debo acentuar bien es que, por ofrecerse a la enseñanza, el discurso psicoanalítico lleva al psicoanalista a la posición de psicoanalizante, es decir, a no producir nada que se pueda dominar, a pesar de la experiencia, sino a título de síntoma”[7]

Esto introduce la cuestión del estilo y de la variedad. Es una paradoja, que he experimentado en mi práctica clínica, en mis funciones como docente del Instituto, en el control de casos o en mis funciones como Analista de la Escuela (AE), tratar de transmitir el psicoanálisis y la clínica en el borde de la ignorancia que introduce la dimensión de lo real.

*Intervención realizada en el III Encuentro de Elucidación de Escuela de la ELP, celebrado en Bilbao el 19.09.2017.

[1] Jacques Lacan, “Otros Escritos”, “Acto de Fundación”, p. 257, Paidós 2012

[2] Jacques Lacan, “Otros Escritos”, “Proposición del 9 de octubre de 1967”, p. 262, Paidós 2012

[3] Jacques Lacan, “Otros Escritos”, “Quizás en Vicennes…”, p. 303, Paidós 2012

[4] Jacques Lacan, “Otros Escritos”, “Prefacio a la edición inglesa del seminario XI”, p. 601, Paidós 2012

 [5] Jacques Lacan, “Otros Escritos”, “Acto de Fundación”, p. 248, Paidós 2012

[6] Ibid, p. 254.

[7] Jacques Lacan, “Otros Escritos”, “Alocución sobre la Enseñanza”, p. 325, Paidós 2012

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